lunes, marzo 27, 2006

UN ACTO SUBLIME

"Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida" Romanos 5:8-10 Para algunos parecerá molesto y repetitivo este mensaje de la cruz, pero es preciso insistir en él, ya que allí está depositado todo el poder del Evangelio. La cruz es el signo y el símbolo del gran amor de Dios por la humanidad. Usted, hermano, no podría disfrutar hoy de libertad en su conciencia de toda culpa y pecado, si Cristo no hubiese entregado su vida en la cruz. Tú, hermana, no experimentarías el gozo de la salvación y el infinito amor de Dios en tu espíritu, si él no hubiese entregado su vida en rescate por ti. Ningún samaritano podría hoy tener una esperanza de vida eterna, si él, Jesús, no hubiese sido movido a misericordia por esta humanidad caída. En la cruz se realizó el acto más escandaloso del ser humano y el más sublime de Dios. Escándalo es que en nombre de la religión se torture y asesine a un hombre inocente, que sea vendido por su discípulo, que se le presente como un delincuente y se haga mofa de él, que habiendo vivido haciendo el bien a todos se le pague con la muerte, escándalo es que él nos enseñase el amor y el perdón mas nosotros le enviamos a la cruz del monte Calvario. La crucifixión de Jesús es el acto más vergonzoso que el ser humano ha cometido en toda su historia, pues no matamos a un simple hombre inocente sino al mismo Hijo de Dios (Hechos 4:25-27; Hechos 5:30,31). Pero este suceso no estuvo fuera de un plan perfecto urdido por Dios en la eternidad contra las tinieblas. Él se propuso rescatar al hombre, ya que para éste fue imposible salvarse por sus propias acciones. La Ley sólo subrayó nuestra incapacidad para actuar rectamente, así es que planeó el regalo de la salvación. Alguien me decía que esto es imposible e ilógico, que aquello que no se obtiene con propio esfuerzo no se aprecia, que el cielo no se puede ganar sino por buenas obras. Pero examinemos cuan peligroso puede ser ese método, que la salvación de nuestra alma, lo más valioso del ser humano, descanse en las acciones humanas, tan proclives a la vanidad, el orgullo y la hipocresía. Era necesario que un Santo viniese a ocupar nuestro lugar, un Sustituto perfecto que tomara nuestro puesto ante Dios Padre, un verdadero Cordero fuese sacrificado en el altar eterno de Dios. Nuestras pobres obras y esfuerzos humanos jamás podrán reemplazar a ese Hombre-Dios perfecto que es Jesucristo (Hebreos 10:10-14). El sacrificio de la cruz es la acción más sublime salida del mismo corazón de Dios: nos ama de una manera tan plena que no trepidó en entregar a su propio Hijo, para poder salvarlos de la perdición de la carne, el pecado y Satanás (San Juan 3:16). El Hijo nos ama tanto como el Padre. Jesús nos reconcilió con Dios al morir en vez de nosotros en la cruz. Siendo todavía pecadores, sin esperar que fuésemos santos, él murió por nosotros. En esto se demuestra el gran amor de Dios por los seres humanos: que no nos rechaza por ser pecadores, sino que convive con los hombres, se mezcla con ellos, trabaja, como y ríe junto a ellos, llora en el sepulcro de su amigo, es paciente con sus discípulos, en fin se compromete con su creación. Por el derramamiento de su sangre en la cruz (San Juan 19:34; 1 San Juan 5:8) fuimos hechos justos, lo cual nos salvará de la ira de Dios al final de nuestra vida y en el fin del mundo. Usted y yo antes éramos enemigos de Dios y fuimos reconciliados con Él por la muerte de su Hijo. Pues ahora, estando "amigos" de Dios, seremos salvos por su vida de Resucitado. El Condenado nos salvó de la condenación que había sobre nosotros a causa de nuestra mala conducta. El Resucitado nos salvó de la muerte eterna al resucitarnos a una nueva vida en el Reino de Dios y nos resucitará un día corporalmente del sepulcro para llevarnos definitivamente a la presencia de Dios. La reconciliación del hombre y la mujer con Dios, es otra obra de Jesucristo en el madero. ¿No es acaso glorioso el mensaje de la cruz?